CRÓNICAS DE LA VIOLENCIA EN LOS LLANOS

«Son pocas las veces que un libro me depara una gran sorpresa después del primer párrafo. En general, a mi edad, cierro con respeto el texto en el primer intento y no le encuentro sitio ni en mi biblioteca, donde ya arrumo libros. Pero las crónicas de Alberto Baquero sobre una región que amo desde niño me trajeron el aroma del mastranto y me devolvieron la sensación de plenitud de aquella madrugada en que, desde el alto de Buenavista, miré por primera vez al infinito; pero también —y de qué manera—, todo ese misterio encerrado en lo que los viejos llamaban la manigua.

“El Llano enmanigua”, oí decir a mis tías porque nunca volvieron a saber de un primo que siguió los pasos de Arturo Cova. Y yo mismo lo hice cuando tenía dieciséis años y me enamoré de una niña de catorce y una noche tomamos una flota Guayuriba y paramos en Villavicencio, huyendo de la persecución familiar de la que nos sentíamos víctimas.

»Al Llano dan ganas de andarlo. Uno se pierde en él porque cada paso que da es un reto y, además, una promesa. Y esto me sucedió también con las Crónicas de la Violencia en los Llanos. Parecería que cada uno de los capítulos fuera un puente hacia el siguiente en una continuidad que, como el Llano mismo, es uno solo».

—ALFREDO MOLANO BRAVO