Carlos Castán
MUSEO DE LA SOLEDAD
$35.000
El invierno unas veces arrastra periódicos por el suelo y otras llueve sin cesar sobre ellos diluyendo la tinta que acaba por los desagües o pegada a la suela de los zapatos mojados de atareados transeúntes. A Eladio no le gusta la palabra transeúnte porque le recuerda al jabón con olor a vieja de los centros de acogida, a patatas caldosas y psicólogos subnormales. Muchas veces, llevado por agentes de la policía local o por sus propios pasos que huían del frío casi sin consultarle, ha tenido que dormir en esa clase de antros; ha tenido que compartir su tabaco con tipos que le insultaban y esperar, en una jungla de ronquidos y calcetines sucios, a que amaneciera por fin y poder salir a la calle, humillado, con la raya del pelo bien hecha y un par de magdalenas en la mano.
Sin existencias