¡RESISTENCIA, CARAJO!

En nuestras calles desde el 28 de abríl, la belleza social callejera que sobrevivió a la pandemia se convirtió en el ágora de las juventudes. Ellas manifestaron las rabias contenidas, los silencios de generaciones que padecieron el terror abierto y encubierto.
Esos jóvenes de las barriadas dieron cuenta de las memorias de los despojados, de los desplazados, de las exclusiones negadas, las hicieron visibles. Se sumaron una y otra vez a epopeyas populares, las de una independencia en deuda, que a veces despierta en las calles, en proyectos de un país de auténtica democracia. Despertamos con ellos de nuestro letargo, quizás, del ostracismo al que nos llevó la Covid-19. Ese paro nos hizo ver como enemigos o como solidarios, nos invitó a observarnos como pais, un país en que los politicos apostaron por la banca antes que por la sociedad que sobrevive entre la pobreza y la miseria (y una clase media que evita caer en ese abismo de la exclusión). Desde ese abríl el país nacional despertó en el paro nacional.
Pan, empleo, educación, techo. La juventud no exigió nada regalado. Solo el minimo de ser sujetos ciudadanos, compatriotas con unas politicas de inclusión, de verdades distantes de las mentiras mediaticas, y de sectores de poderes politicos y empresariales que aseguran su acumulación con la santa represión. Los desaparecidos y los asesinados aparecen silenciosamente visibles. La caminata en las barriadas, una fracción de segundo que retiene el espacio de la libertad para ser consientes de ella, al lado de las otras palabras, las escritas.